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Esta pasada semana, han ocurrido dos actos políticos significativos; Pablo Iglesias daba su primer mitin tras ser elegido secretario general de Podemos, y Alfonso Guerra, diputado del PSOE, dejaba su escaño en el parlamento.

En el plano personal, hace dos semanas empecé a presentar mi libro; «Entrenando al Candidato Sensato», un libro dirigido a formar a políticos municipales y su equipo. Quizás por eso, estoy más sensibilizado que nunca ante los actos públicos de los políticos nacionales.

¿Por qué hablar de Pablo Iglesias y Alfonso Guerra en un mismo post?. Es simple; desde mi punto de vista, Alfonso Guerra ha sido, y es, uno de los políticos que mejor ha conectado con los asistentes a mítines electorales. Pablo Iglesias, también desde mi punto de vista, comparado con el alto nivel que demuestra en entrevistas y debates televisivos, pierde mucho en mítines. Os traigo el vídeo del mitin de Pablo Iglesias en Barcelona, y un vídeo de Alfonso Guerra en un mitin de Vélez-Málaga.

https://www.youtube.com/watch?v=XBhS68S0xX0

 

Pablo Iglesias. Al comienzo del discurso denota nerviosismo. Le cuesta coger el ritmo del discurso. Se toca mucho el cuello (si bien es cierto que este gesto también lo utiliza cuando se siente cómodo), también toca demasiado los micros. En líneas generales su lenguaje corporal nos dice que está preparado para la acción, que se siente enojado (su pose facial habitual) y que tiene una firme determinación en hacer lo que dice. Su postura más utilizada en el mitin; brazos en «jarra» y leve inclinación corporal así lo indica.

Alfonso Guerra. Muestra comodidad desde el principio. Sonríe a menudo y se muestra confiado. Su lenguaje corporal a lo largo del discurso es muy agresivo; movimientos amplios de brazos y contundentes, así como su dedo índice levantado. Alfonso Guerra utiliza mucho la anécdota y la metáfora visual. Le gusta escenificar y eso hace que conecte con el público asistente. Alfonso Guerra logra divertir a la audiencia.

En mis sesiones con políticos siempre hago la misma reflexión: Las personas que van a un mitin, son afines a las ideas políticas de ese partido. No van a que se les convenzan para que voten. Ya van convencidos. Un mitin ha de servir para afianzar el sentimiento de pertenencia al grupo, constatar que se tiene a un líder fuerte, ilusionar con el proyecto y dar energías para transmitirlo en el entorno cercano. La mejor campaña la hacen los simpatizantes motivados e ilusionados. Un mitin debe estar orientado para ello.

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