Mes de junio, en lenguaje universitario, quiere decir; exámenes finales.
Los exámenes, suelen ser una experiencia angustiosa, y en algunos casos generan verdaderos problemas de salud.
Ante una situación de incertidumbre, el cerebro pone medidas de defensa. Una de ellas es el miedo. Según la RAE el miedo es la “perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario”. Evidentemente, el daño de suspender un examen, está en nuestra mente. Dependiendo del nivel de responsabilidad y presión ambiental de cada uno, el «daño» causado será mayor o menor. Dominar la sensación de angustia, provocará un mejor rendimiento. El miedo atenaza la razón, haciendo que el cerebro no consiga concentrarse en la labor a realizar, sino en el elemento que genera la angustia.
La experiencia (buena o mala), hace que el miedo aparezca antes de lo habitual, o que no aparezca. Si alguien ha tenido una experiencia realmente dolorosa frente a una situación, esta, queda grabada en la memoria emocional (en nuestra querida amiga la amígdala). De este modo, pasado el tiempo, si nuestro cerebro procesa algún estímulo que le recuerde de manera clara la experiencia dolorosa, la amígdala se activará y el sujeto perderá totalmente el control de la situación.
Esto es lo que le ha sucedido al novillero mexicano Christian Hernández. El domingo 13 de junio, cuando estaba con la suerte de muleta, Christian decidió no torear los novillos que tenía asignados.
Dejo el enlace y el vídeo de la noticia:
http://www.youtube.com/watch?v=tC7De9vzmpM&feature=related
Como se puede observar, el novillero escapa tirando la muleta y realizando un acrobático salto por el burladero: el sistema límbico (donde reside la amígdala), venció al neocortex (donde reside el pensamiento racional). El recuerdo de una mala experiencia (sufrió una cornada), pudo más que el coraje y el amor por su profesión.
Observamos, que tras saltar el burladero, Christian hace este gesto.
Es un gesto de lanzar el brazo. Con este gesto, el novillero quiere apartarse de la situación que le genera el miedo. Es un gesto despectivo y defensivo a la vez.
Cuando una persona del burladero este comienza a hablarle, Christian evita su mirada; solo quiere escapar, por eso mira hacia abajo y hacia otro lado cuando conversa con el señor del sombrero.
Hay una cosa que me llama mucho la atención. El cerebro racional y límbico se enfrentaron durante la faena. Y el cerebro racional aceptó la derrota, es decir, una vez dominado el miedo, el torero fue consecuente con su decisión; salió al ruedo, se cortó la coleta, y reconoció su miedo ante los medios de comunicación. En su declaración, no había miedo, había pena.
La barbilla se contrae, los labios se aprietan y bajan levemente las comisuras; está a punto de llorar.
El miedo es un elemento necesario para nuestra vida, ya que hace que nuestro cuerpo esté alerta y pueda reaccionar convenientemente ante un peligro, la cuestión es saber identificar qué es peligroso y cómo podemos superar ese peligro.