Estos días, me han llamado la atención dos vídeos que han recorrido las redes sociales. Uno de ellos muestra las reacciones de personas que son testigos de una agresión verbal y física en un ascensor. El otro vídeo es la reacción de un cliente sentado en un restaurante cuando entran varias personas a destrozar el local.
http://www.youtube.com/watch?v=6c8j2K6AoAw
Pincha en el siguiente enlace para acceder al otro vídeo
http://www.wouzee.com/es/video/48476
Ambos vídeos merecen un análisis exhaustivo. Hoy tan solo quiero reflexionar sobre la condición humana. Ni todos los que no han prestado ayuda en el ascensor son unos miserables, ni la persona que se ha quedado en el bar tomando su bebida es un héroe. Todos han sido dominados por su instinto de conservación. Ese instinto de conservación que todos tenemos y que cuando vemos un acto agresivo frente a nosotros, tendemos a realizar una de las siguientes tres acciones:
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Huir.- Es la acción más común y la que a lo largo de la evolución ha servido para que el ser humano sobreviva ante situaciones de peligro. Es el instinto más primario.
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Atacar.- Cuando no es posible huir y vemos que nuestra integridad, nuestras posesiones o seres queridos corren peligro, es la acción que se adopta. Un animal acorralado no tiene otra opción que atacar.
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La acción previa a huir o atacar; inmovilismo.- Antes de hacer nada, nuestro cerebro tiende a evaluar la situación, y en milésimas de segundo activa la acción de huir o atacar. Cuando se evalúa la situación, y si el agresor no muestra hostilidad directa hacia el protagonista (en ninguno de los vídeos el/los agresores mostraron hostilidad ni con los otros del ascensor o contra el cliente del bar), este tiende a quedarse quieto para no llamar la atención. Esta técnica la utilizan muchas especies para confundir al depredador y huir cuando este se despiste.