El miedo es una de las emociones universales del ser humano. Esta emoción tiene como finalidad preparar al organismo ante una situación (real o imaginaria) para huir, pelear o paralizarse. Por norma general, en un primer momento, el miedo hace que el cuerpo se paralice por dos causas principales;
- Obtener más información y focalizar los sentidos hacia allá dónde creemos está el peligro
- Como elemento innato de defensa; si no me muevo, el agresor puede no verme, o pensar que estoy muerto
De ahí la expresión facial; apertura de la boca (mayor entrada de oxígeno), mayor apertura de los párpados y dilatación de la pupila (mayor atención visual)
Esta «paralización» corporal que tiene asociada la emoción del miedo, es contagiosa. Un estudio de Sara Borgomaneri de la Universidad de Bolonia (Italia) publicado en 2015, demuestra que la percepción facial de una expresión de miedo, es capaz de «congelar» la corteza motora del observador.
Una vez más, podemos observar la importancia que las expresiones faciales y el lenguaje corporal han tenido y tienen para la supervivencia de la especie. Si observamos a una persona con cara de pánico mirando fijamente algo, nuestro cerebro tiende a prepararse frente al peligro, sin saber si existe o no.