Ayer se celebró el primer debate televisivo entre Obama y Rommey, de los tres previstos antes de la elección del nuevo presidente de los USA. Según los especialistas, Rommey «ganó» este primer encuentro.
En Estados Unidos, este tipo de programas televisivos gozan de gran audiencia, y pueden en muchos casos decantar la balanza electoral hacia uno u otro lado. El primer ejemplo de ello fue el debate entre Kennedy y Nixon, donde Kennedy dejó en evidencia a Nixon, y no por el mensaje, puesto que las personas que oyeron por radio el debate, otorgaron a Nixon la «victoria» del encuentro dialéctico, sino por el lenguaje no verbal, ya que las personas que vieron la televisión, determinaron que Kennedy era más convincente y les había convencido más que Nixon.
Quizás en el siguiente post analice un extracto del encuentro Kennedy-Nixon. Hoy quiero hablar del culmen del orador; la ironía.
La ironía bien utilizada, supone salir con soltura de preguntas comprometidas, e incluso, desmontar un argumento del rival con una sola frase. Ojo, la ironía mal utilizada se queda en el banal insulto o la descalificación.
En los foros griegos y romanos, oradores profesionales utilizaban este recurso a menudo. Sócrates es considerado como uno de sus máximos representantes.
La ironía surge cuando se posee seguridad y estado positivo. Este estado positivo hace que el cerebro actué con celeridad y encuentre relaciones entre aspectos antes no relacionados, y de una manera natural, el interlocutor lo diga.
Un ejemplo de ironía lo encontramos en el debate televisivo de George W. Bush y Al Gore, en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en el año 2.000.
Ambos oradores se encontraban sentados, cuando Bush se levanta para rebatir una cuestión, Al Gore intenta intimidar a Bush levantándose y dirigiéndose hacia él. Al Gore comete un gran error; se dirige hacia su oponente sin mostrar la seguridad suficiente;
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Si hubiera tenido un propósito firme no hubiera necesitado cuatro pasos para llegar a la posición final, en dos lo hubiera conseguido
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Sus movimientos laterales denotaban «pavonamiento»
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Supongo que tendría la consigna de intentar ponerse de pie junto a su rival para que este se sintiera «pequeño» junto a su mayor estatura corporal
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Su mano izquierda entra y sale en el bolsillo de su chaqueta. Los movimientos sin sentido o inconclusos denotan inseguridad